miércoles, 5 de mayo de 2010

Día 03


Abrí los ojos y divisé un cielo nocturno aún. Sentí el cuerpo de plomo y caí rendido ante la seducción de mis sábanas. Para cuando reaccioné, ya era tarde, iba a llegar tarde inevitablemente. Una vez mas era una carrera contra el tiempo, ya sabía que era imposible salir victorioso.

Al llegar al hospital, para mi mala suerte me encontré al Dr. Aguirre cuidando la hoja en donde debemos de firmar la asistencia. Helado por el terror de una llamada de atención, simplemente sonreí y firmé frescamente como si hubiera llegado temprano. Un poco pálido aún, me dirigí hacia la sala 8. Me puse a pensar en que debí aprovechar el verlo para decirle que me cambie la fecha de guardia, ya que me habían programado para el 9 de mayo, es decir, para el día de la madre. Como había llegado tarde, decidí que no era el momento de una confrontación con él, tenía todas las de perder. Me contenté con insultar incansablemente a la mujer que lo trajo a este mundo.

Me aparecí por la puerta de mi sala, vi a Lulu sentada al lado de una cara nueva, hostil. Esperaba a Arcadio, saludándome e indicándome algo para hacer, pero recibí un frío: "¿A qué hora entras?". Tuve que responder que a las 7, sabiendo que estaba como 20 minutos tarde. Velozmente, inventé la mentira de que estaba coordinando las guardias con el Dr. Aguirre ya que era delegado, excusa que el residente nuevo tomó por válida concediéndome la satisfacción de haberlo engañado impunemente.

Regresó el Dr. García, el que había sido mi profesor hace un par de años atrás cuando llevaba reumatología en el Loayza. Dejó las indicaciones para un procedimiento a realizar a la paciente del día de ayer. Me hizo feliz al mencionar, mientras explicaba ciertos aspectos del cuadro clínico, que yo había sido su alumno. Que se acordara de mí, me arrancó una sonrisa de satisfacción, de victoria.

Las actividades se sucedieron como en los días anteriores, evolucionando pacientes, rellenando recetas, haciendo altas. Todo muy tranquilo a media mañana. Todo hasta que vi al Dr. Aguirre en el pasillo, y decidí que era el momento de enfrentarlo. Llamé a Mariano, a quien habían programado también el mismo día, para hacer cargamontón. Así pues, me puse pintura de guerra en la cara, evocando a William Wallace y marché hacia el doctor. Al exponer nuestros argumentos de por qué no podíamos hacer guardia el Día de las Madres, estábamos mas que confiados en que siendo doctor, y más aún, siendo pediatra, tenía el corazón para comprendernos y ponernos cualquier otro día. Nos respondió con un: "Así es la vida del médico, no puedo reprogramarlos porque todo ya está hecho". Evoqué una vez más Corazón Valiente, sólo que esta vez vino a mi mente la escena final. Juré acordarme de su madre, abuela, bisabuela y todas las mujeres en su árbol genealógico, y no sólo el domingo, sino cada día hasta que se me olvidara lo mucho que lo odio.

Regresé a mi sala, a renegar de mi suerte. Decidí olvidar los problemas terminando lo que había que hacer. Llegó la hora del procedimiento para la niña con el diagnóstico incierto. La movilizamos en la camilla y pasos antes del ascensor, se me acerca una mujer asegurándome que los padres no habían dado su consentimiento para nada. Traté de desacreditarla preguntándole si era la madre, me dijo que no, que era abuela de la niña. Manifestó que no quería que le hicieran nada a la paciente y que quería llevársela a otro lado en donde tenía un conocido y que quería que la viera un traumatólogo. La ignorancia es ciega, en ese momento maldije todo eso de los consentimientos informados y de la ética médica. Obnubilado por mis propios problemas, la mande a que converse con Arcadio ya que un segundo mas a mi lado hubiera provocado que la estrangule. De una forma u otra, el cuadro clínico remitió con la terapia empírica que se le había administrado a la niña, no había que realizarle ninguna artrocentesis ni habia que estudiar el líquido sinovial.

Fue momento de terminar las últimas cosas pendientes antes de irme a mi casa, fue un momento tranquilo en el que conversé por primera vez de una manera tranquila con Lulu. Ahora que lo pienso tranquilamente, ella colaboró mucho para que deje de ver el San Bartolomé como hostil. Después de 1 mes de ginecología en el HAMA, en donde fui pseudo explotado por las internas, fui con la guardia en algo, preparado para evitar mi opresión. No soporto que me encadenen. Sin embargo, desde el primer día, siempre me sonrió y me pidió de la mejor manera que la ayude. Se cazan muchas más moscas con miel que con vinagre y para mi fue suficiente para que ganase mi apoyo incondicional.

Lulú está de guardia ahora en la noche, por lo que mañana estaré probablemente solo en la sala. Además, será mi primera guardia. Miraré al futuro temerariamente y afrontaré valientemente lo que el destino me tenga preparado para mañana.

martes, 4 de mayo de 2010

Día 02


Animado por los resultados del primer día, me levanté antes del cantar del gallo para comenzar el día. Feliz me dirigí al lugar que acababa de redescubrir, que había pasado de ser sombrío y hostil a uno totalmente cálido y placentero.

Al llegar a primera hora, me encontré con el Dr. Aguirre, nuestro coordinador. Con cara de pocos amigos, pero con una personalidad que te asegura que debe ser increiblemente gracioso tomarse unas cervezas con él. Recordó cuando di un paso al frente cuando preguntó por un voluntario a delegado y me dijo que por problemas administrativos no recibiríamos almuerzo como el resto del personal. Aproveché la oportunidad para ganar nuestra salida a las 2:00 PM, y de paso, hacer sentirse culpable al doctor por habernos negado un derecho que en realidad no nos importaba, al menos no a mi. Negocio redondo.

Al llegar a mi sala, la número 8, me encontré con la interna a la que me habían asignado, la siempre sonriente Lulú. Me apresuré a ayudar en todo lo que había que hacer para desocuparse temprano. Poco después llegó nuestro residente Arcadio. Y como era de esperarse, me hizo recordar Macondo y a todo el clan Buendía. De milagro no le pregunté sobre Úrsula, el Coronel Aureliano, la Empresa Bananera, la epidemia del sueño... en fin, una estúpida idea de que fuese el nieto del Patriarca Buendía en carne y hueso.

Aparte de las actividades normales del primer día, se le sumó el ingreso de una niña con una enfermedad no diagnosticada al 100%, pero que podría ser nada o dejarla inválida para siempre. Recibimos la visita de muchos otros especialistas y de entre todos ellos, la de un antiguo profesor Reumatólogo del Hospital Loayza, el Dr. García.

Así, más agotado que ayer, terminó mi día en el San Bartolomé. Empezaba a tenerle cariño. Pero con un exámen de 150 preguntas aguardándome, era muy pronto para ponerme a pensar en ello.

lunes, 3 de mayo de 2010

Día 01


El infierno no es tan malo después de todo. Eso si, siempre y cuando tenga el poder de cambiar todo lo que me rodea y no la debilidad de que todo lo que me rodea termine por cambiarme.

No se si habré logrado vencer mis demonios, o tan sólo sea el profundo estado de autosugestión que me he inducido para protegerme de las hostilidades que pueda encontrar en este territorio enemigo. Sólo se que voy a salir victorioso de esta refriega y convertirme en el mejor pediatra (o rellenador de papeles) durante estas 2 semanas.

Un par de horas más y se acaba el día. Y ni siquiera he sentido rastro alguno del tiempo.

domingo, 2 de mayo de 2010

La Suma de Todos los Miedos: Prólogo


No es un secreto que sea recontra especial con los hospitales por los que paso. Mi carácter no ayuda mucho cuando de adaptarse al trabajo se trata. Pero más que de flojera, es un asunto de entorno y/o ánimos. Ésto será un acto salvaje, una guerra total, un conflicto tanto interno como externo, que terminará con toda esta estupidez de las crisis existenciales o comenzará con el armagedón de mi vida.

La consigna es sólo una: Sobrevivir al Hospital San Bartolomé. Superando mis odios enterrados por el curso de pediatría que en el llevé.