domingo, 25 de octubre de 2009

Crónicas de Lima la Gris 04


¿Qué cosa? ¿C.T.M? ¿La tuya? Fue casi increíble el ver una casaca con tan atrevidas siglas. Fue tal mi desconcierto que no pude resistirme a sacar mi celular, sin importar que estaba en pleno mercado de frutas a bordo del infame "San Bartolo". No había pirañita que me impidiera conseguir una foto así.

Atrevido estibador, de los clásicos que llegan a cargar media tonelada de naranjas a espalda limpia. Sudando la gota gorda de sol a sol para conseguir sobrevivir, y con suerte, enviar a alguno de sus ocho hijos al colegio.

R.C.T.M. Pacheco...

La Más Pequeña de Las Cosas

"Y es que la vida es un lecho de rosas, pero cada rosa tiene sus espinas"
Las relaciones son inherentes al ser humano, eso es un hecho. El amor es tan propio de nuestra naturaleza como la guerra. Y yo, yo soy tan malditamente orgulloso como romántico.

Soy el hombre más enamorado del mundo, lo pregono sin pensarlo dos veces. Soy además el más feliz de todos y lo grito ahora y siempre. Puedo sentirme aplastado por el sinfín de cosas que el mundo de la cirugía puede enviar sobre mí, pero nada importa, sólo una sonrisa suya basta para aplacar la más feroces de las tormentas, para darme fuerza para luchar contra los más colosales titanes y para cazar a la fortuna más rebelde. No necesito más.

El descubrimiento del fuego, la caída de Roma, la Segunda Guerra Mundial y la llegada del hombre a la luna. Son los más grandes hechos los que forjan el destino de la humanidad, los que cambian radicalmente el sentido de la historia. Sin embargo, en cuestiones del amor, particularmente en mi caso, las cosas son totalmente distintas.

No he necesitado haber sido víctima de un error fatal por parte de la mujer que amo para llegar a sentir la tristeza a flor de piel. No basta más que una palabra mal dicha, una mirada esquiva o simplemente un par de días sin saber cosa alguna sobre ella, para sentirme el ser más miserable del mundo. Podría seguir creyendo ciegamente que son cosas pequeñas, simples, sin importancia, y que se necesitaría un holocausto para sentir algo más que preocupación. Pero no es así, maldita sea, no es así. Son las cosas más simples, las más pequeñas, sí, las insignificantes las que tejen los hilos de mi gran historia de amor.

Es un invierno largo, mucho más largo de lo que llegué a imaginar en los cálidos días de febrero. Simplemente, no puedo. Siento que ya no me quedan fuerzas, que peleo una guerra que ya he perdido hace mucho tiempo. Que tan irracionalmente voy en contra de la corriente, que soy tan estúpido, tan orgulloso, tan débil. Que por pensar que son las grandes cosas las únicas que necesitan atención, siento que todo se escapa de mis manos, de mis esfuerzos. Estoy completamente enamorado, estoy completamente jodido. Pero por más frío que pueda llegar a destruirme por completo en estos días, es ella quien llega a hacerme sentir una vez más lo cálida que puede llegar a ser la vida, me devuelve las esperanzas, la fe en mi, en ella, en nosotros, en todo.

Son las cosas más pequeñas las que mayor importancia tienen. Cuando finalmente tengo la satisfacción de mirar hacia atrás y de saber que pudimos superarlo. Es lo que convierte a la vida en un lecho de rosas, en las que cada una de ellas tiene sus espinas.

Gabriel

martes, 13 de octubre de 2009

Crónicas de Lima la Gris 03

Y que se joda la Marvel. ¿O era Disney? Sea como sea, que se jodan todos. Para toda la gente que gusta de coleccionar este tipo de cosas, he aquí la edición limitada de nada más y nada menos de la Motocicleta Oficial del Hombre Araña! Si, mercancía que solamente puede ser conseguida en nuestra querida ciudad capital.

Pero para el público general que no conoce, o no le interesa este tipo de sub-cultura. Es cuestión de sentido común, vamos, Spiderman será flaco, nerd, emosexual (si vieron la tercera película), y un larguísimo etc. Pero me parece que puede trepar paredes. ¿Para que miércoles podría necesitar una moto? Puede casi volar, ir a toda velocidad colgándose por todos lados y acá le crean la bendita moto. Gracias mercado central, siempre innovando la diversión de los niños de Lima.

lunes, 12 de octubre de 2009

Contradicción


La más salvaje de las verdades, el saber que no hacer y considerarla como una opción. Como cuando la vida te patea reiteradamente en el entrepiernas, como para recordarte que no vales absolutamente nada, ni tu ni lo que puedas llegar a sentir. En esas situaciones en donde dos caminos terminan en tragedia, en donde no hay marcha atrás y estás obligado a avanzar, a darte violentamente contra el muro.

Es la guerra que estalla entre la razón y el corazón, en donde no hay tiempo para pensar o sentir, solamente actuar por instinto. Es el conflicto en donde el único victimado llegas a ser tu y tal vez alguien a quien quieras en realidad.

La sombría incertidumbre, el miedo al futuro, a uno mismo a la traición de los propios sentimientos. Esa rabia que te carcome las entrañas lenta y dolorosamente, en instantes que parecen eternidades. La furia que se desata en contra del destino y la infinidad de maldiciones lanzadas entre lágrimas.

La indecisión, la duda, la contradicción, una sentencia de muerte.

viernes, 9 de octubre de 2009

Dios salve al Almirante!

Dias felices, tranquilos y apacibles. Todo lo necesario en este invierno tan largo que empieza a hartarme. No pudieron caer mejor estos 3 dias de libertad, casi al final del curso de Cirugía 2, antes de empezar con Ginecología (1 y 2 encima) que amenaza comerese hasta nuestra navidad.

Me dedico y dedicaré a emplear este tiempo a la diosa vagancia y a disfrutar de este merecido descanso. He decidido erradicar todo ápice de responsabilidad de mi vida hasta la otra semana.

domingo, 4 de octubre de 2009

Crónicas de Lima la Gris 02


Lima nos sorprende una vez más con este despliegue de de información día a día. Verdaderos ejemplos a seguir para la prensa mundial. ¿Quién mas podría tener las agallas de desvelar los secretos de la Iglesia Católica, que han sido celosamente guardados durante 2000 años? Sólo El Chino, indudablemente.

Corresponsales en el cielo, entrevistas a José de Arimatea, Pedro el de las 3 negadas, Judas el del beso traidor, Juan el Bautista el de la cabeza intercambiable, fotos inéditas de Jebús y el revelador testimonio de Caín "Quijada de burro". No podría encontrar más por menos de 50 céntimos.

Felizmente, soy un hombre de fe... de fe en que las mentes detrás de semejante burla a nuestra inteligencia sean crucificados en el cerro San Cristóbal

jueves, 1 de octubre de 2009

La Guerra Del Fin Del Mundo

"Y es que la vida es un cuento, que hay que vivir en el momento"


Transcurrían los más gélidos días de invierno. Sonó aquella canción que le encantaba, pero que empezaba a odiar desde que la puso como alarma. Con sorprendente habilidad, logró apagarla sin abrir un solo ojo para así arrebatarle unos cuantos minutos más de sueño al día. Unos momentos después, la culpa lo llevó a levantarse a duras penas de aquella cálida y cómoda cama que lo invitaba a quedarse todo el día en sus entrañas. Observó a través de su ventana aquel deprimente color gris del cielo que lo acompañaba día tras día y que estaba empezando a odiar. Se puso lo primero que encontró y se dirigió hacia la cocina a exigir su desayuno.

Su madre, que lo recibía con todo el amor del mundo, se le acercó para besarlo. Él, totalmente apurado hizo un ademán de rechazo. Había tenido suficientes muestras de afecto durante 20 años, exigió su comida con más fuerza. Su madre, comprendiendo su mal humor, se resigno a alcanzarle lo que había preparado. Devoró lo que encontró frente a él, mientras se daba cuenta que iba a llegar tarde a sus clases; pero nada importaba, no había fuerza sobre el mundo que evitara que se acabara su desayuno. Cogió sus cosas, se puso cualquier casaca que encontró y salió disparado al paradero. "Chau ma', vengo tarde" fue lo único que dejó antes de despedirse.

Caminaba, casi trotaba por la calle. El sólo hecho de pensar en que tenía que tomar una combi para llegar a la universidad lo hacía sentirse enfermo, lo hacía desear regresar y meterse en su cama otra vez. Esperó un par de minutos, subió a su "adorada" combi, afortunadamente, encontró un asiento. Tan mecánico siempre, tan rutinario, tan desesperante. No podía soportar vivir un día exactamente igual al anterior, una y otra vez. Estaba harto de todo.

Sin embargo, había algo raro en ese día tan frío, no era tan igual, tan común a los otros. Él, sentado, viendo a la gente pasar por la ventana. Los veía deambular como fantasmas, nadie sonreía, nadie conversaba. Todos y cada uno de ellos se encontraban como inmiscuidos en su propio mundo, en otra dimensión. Como si no se dieran cuenta que había gente a su alrededor. Los rostros, eran tan fríos, tan inexpresivos. No logró identificar sentimiento alguno, ni alegría, ni dolor.

Se sentía tan lejano, tan extraño a todos, como si fuese el único que se diera cuenta de lo que sucedía. Quiso llorar, quiso gritar, quiso matarlos a todos. Se sentía tan impotente, tan triste, tan furioso de sentirse una persona más del montón, un alma en pena más de la ciudad. Odió a todos y a cada una de las personas que veía, los odió como a nada por ser como eran, por ser tan vacíos, por hacerlo sentirse completamente solo. Se odió a sí mismo por haberse dado cuenta de lo que sucedía, que él también era uno de tantos que seguía el pasar de los días con resentimiento, sin emoción. Llegó a odiar la forma en la que había llegado a hacer cada uno de sus días una rutina sin fin en donde todo transcurría solamente por inercia.

Acercándose a su destino, pagó su medio pasaje y se bajó en la misma esquina de siempre. Trató de justificar todo el conflicto que llevaba en su interior. Ni lo extenuante que podría llegar a ser la universidad, ni el rechazo de la chica que le gustaba, ni la muerte de su padre; nada era lo suficientemente sólido para explicar la deriva a la que había llegado su vida. Recordó mejores años, los largos veranos que aprovechó para correr bajo el sol con todos los amigos de su cuadra. Sintió la emoción una vez más y no llegaba a encontrar la forma en la que había pasado de ser la alegría de sus padres a la sombra de una vida.

De pronto, todo cobró sentido. Su vista se puso en blanco, cerró los puños con furia, se olvidó de todos los fantasmas que andaban por las veredas de Lima la gris. Pensó en él, en su felicidad, en que no importaba si es que se sentía muerto de cansancio, si debía tomar la misma maldita combi todos los días, si la chica que le gustaba no le hacía caso. Mandó todo al demonio, y es que se dió cuenta de que la vida es un cuento que hay que vivir en el momento. Se sentía tan feliz, tan decidido, su vida cobraba un nuevo rumbo finalmente. Todo habría sido tan distinto de no ser por ese maldito carro que no frenó a tiempo, que no le dió tiempo de reaccionar, que lo había dejado en medio de la pista. Sentía que el invierno se iba, que los problemas desaparecían lentamente. Sólo podía pensar en lo hermosa que pudo haber sido su vida de haber sucedido todo de otra manera. El aire le empezaba a faltar, cada vez se le hacía más difícil respirar, y sólo pensaba en que debío haberse quedado en su cama. El dolor lo invadía, la única forma de detenerlo era dejando entrar a la sangre a sus pulmones. No comprendía por completo lo que sucedía, quería llegar a sus clases de una vez, pero las piernas no le respondían. Deseaba levantarse e ir a pelear los años que había perdido. Pero la realidad era otra, poco a poco el dolor empezaba a desaparecer, el mundo empezaba a silenciarse, el dia se convertía en noche. Dentro de él se liberaba la lucha más grande que se había visto, La Guerra del Fin del Mundo, en donde trataba de vencer a la muerte, ya que había perdido la guerra contra su vida. El frío desaparecía lentamente, sus lágrimas brotaban y el aún no sabía nada. Sólo podía pensar en que debió haberle dado ese último beso a su madre, en que las cosas pudieron ser tan distintas si se hubiera dado cuenta de que la vida no había sido cruel con él, sino que él había sido cruel con su vida.